En pleno 2025, la escasez de médicos en los servicios de urgencias hospitalarias sigue siendo un problema crónico. Ante la dificultad para cubrir turnos, algunas administraciones recurren a recién licenciados sin experiencia en la asistencia urgente, una medida que pone en riesgo tanto a pacientes como a profesionales. Esta estrategia cortoplacista, lejos de resolver el problema, agrava la precariedad estructural del sistema y mina la confianza en un derecho fundamental: ser atendido por personal preparado y respaldado.
La Medicina de Urgencias y Emergencias exige una formación rigurosa, experiencia clínica y capacidad para tomar decisiones en segundos. No es un escenario para el ensayo y error. Sin embargo, en distintos hospitales españoles asistimos este verano a un fenómeno inquietante: cubrir las ausencias de médicos de urgencias con recién licenciados que aún no han iniciado su formación como especialistas.
El razonamiento parece simple: si faltan médicos, cualquier bata blanca es suficiente. Pero la realidad clínica demuestra lo contrario. En un servicio de urgencias, un error diagnóstico, una demora en la interpretación de un electrocardiograma o una falta de destreza en una reanimación pueden ser determinantes. No se trata de despreciar la vocación ni el esfuerzo de los jóvenes médicos, sino de señalar que el propio sistema los expone al fracaso y los sitúa en escenarios que exceden sus competencias actuales.
A esta precariedad se suma otra medida peligrosa: relajar la supervisión de residentes y reducir la presencia de adjuntos durante los turnos de máxima presión asistencial, especialmente en fines de semana y periodos vacacionales. Es precisamente cuando más se necesita experiencia, coordinación y seguridad clínica.
El trasfondo de esta práctica es claro: la falta de planificación a largo plazo y la resistencia histórica a reconocer la Medicina de Urgencias como especialidad con plenos derechos en España. La consecuencia es doble. Por un lado, los profesionales formados soportan sobrecarga, estrés y burnout, atrapados en un modelo que normaliza la insuficiencia. Por otro, los pacientes ven cómo se diluye la garantía de ser atendidos por un equipo preparado, lo que erosiona la confianza en el sistema.
En 2025, no podemos seguir aceptando estas soluciones improvisadas. La salud pública requiere una visión estratégica: consolidar la especialidad, estabilizar las plantillas y garantizar que cada médico en urgencias tenga la preparación necesaria. Convertir este espacio en terreno de aprendizaje sin estructura ni tutela suficiente es jugar con fuego. Y en urgencias, los incendios son reales: se miden en vidas y en derechos vulnerados.
Resumen
Las urgencias hospitalarias no pueden convertirse en un campo de pruebas para recién licenciados sin experiencia. Esta práctica refleja la precariedad con la que se sigue gestionando la asistencia en España y coloca a pacientes y profesionales en una situación de vulnerabilidad inaceptable. Los jóvenes médicos merecen aprender en entornos seguros y tutelados, no ser lanzados a escenarios que les superan. Y los pacientes tienen derecho a recibir atención de profesionales formados y respaldados. La administración, al optar por parches improvisados, muestra una preocupante falta de compromiso con la seguridad y la calidad asistencial. Urgencias necesita estabilidad, recursos y reconocimiento pleno como especialidad, no atajos que comprometen la confianza de la ciudadanía. Desde Troponina.com, toda nuestra solidaridad con los equipos que sostienen, día tras día, la primera línea del sistema sanitario en condiciones cada vez más difíciles.
Visión Troponina.com
Como médico de urgencias hospitalarias, sé que cada minuto puede ser decisivo. La idea de dejar a recién licenciados sin formación específica al frente de un servicio tan crítico no es solo una imprudencia: es una renuncia ética de quienes gestionan. En urgencias, el error no se mide en porcentajes, sino en vidas. Me preocupa que la administración normalice la precariedad como si fuera inevitable, cuando lo que falta es voluntad de construir un sistema sólido, con especialistas reconocidos y plantillas estables. La verdadera innovación no está en improvisar sustitutos, sino en garantizar derechos básicos: atención segura para los pacientes y condiciones dignas para los profesionales. No podemos aceptar que la urgencia de hoy se resuelva con la inseguridad de mañana.
Dr. Ricardo Villanueva