La digitalización y la inteligencia artificial se abren paso en los servicios de urgencias españoles, tanto hospitalarios como en el SAMU. Lejos de amenazar la profesión, estas herramientas ofrecen una oportunidad para aliviar la sobrecarga asistencial, mejorar la seguridad del paciente y reforzar la dimensión humana del cuidado. La clave está en integrar la tecnología como apoyo y no como sustitución, recordando que nunca cualquier tiempo pasado fue mejor: el futuro puede ser más justo y eficiente si se construye con criterio.
La incorporación de tecnologías digitales, sistemas de inteligencia artificial (IA) y procesos de telemedicina en las urgencias hospitalarias y en los servicios de emergencias prehospitalarias (SAMU) ha abierto un debate recurrente: ¿son estas herramientas una amenaza para la profesión sanitaria o una aliada imprescindible en la transformación del sistema?
En España, donde las urgencias hospitalarias soportan una demanda crónica que supera los 26 millones de atenciones anuales, la digitalización ya es un hecho tangible. Hospitales como La Fe de València o el Clínic de Barcelona han implementado sistemas de triaje digital con IA capaces de priorizar pacientes con algoritmos basados en datos clínicos, lo que reduce tiempos de espera y aumenta la precisión diagnóstica. En la Comunitat Valenciana, el SAMU ha desplegado dispositivos de telemedicina en ambulancias avanzadas, permitiendo que un especialista hospitalario supervise en tiempo real una reanimación o un politraumatismo complejo.
Estos avances, lejos de sustituir a médicos y enfermeras, alivian parte de la carga asistencial y reducen la probabilidad de error. Según datos de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES), los sistemas de historia clínica electrónica integrados han recortado en más de un 15% las duplicidades de pruebas diagnósticas, liberando recursos que pueden destinarse a la atención directa.
Sin embargo, el miedo a que la máquina reemplace a la persona sigue presente. Profesionales recuerdan que la relación clínica no puede reducirse a un algoritmo. “La tecnología debe estar al servicio del humanismo, nunca al revés”, subrayan desde SEMES. La atención en un box de urgencias, con un paciente en situación crítica o con una familia angustiada, exige competencias humanas que ninguna IA puede replicar.
Ejemplos recientes ilustran que el impacto positivo es posible. En Andalucía, el Hospital Virgen del Rocío ha probado un sistema predictivo de saturación de urgencias: mediante análisis de big data, el modelo anticipa picos de demanda y permite reforzar plantillas antes de que llegue la sobrecarga. En Madrid, el SUMMA112 utiliza drones para trasladar desfibriladores a zonas de difícil acceso, reduciendo tiempos de respuesta en emergencias cardiovasculares.
El dilema, por tanto, no está en la herramienta, sino en cómo se gestiona. La digitalización puede ser aliada si la administración invierte en formación, respeta el papel central del personal sanitario y garantiza la equidad de acceso. De lo contrario, el riesgo es que la brecha tecnológica aumente la desigualdad entre hospitales y comunidades autónomas.
La profesión de urgencias ha demostrado históricamente su capacidad de adaptación. La transición de fichas en papel a historias clínicas digitales generó recelos, pero hoy nadie discute su valor. Lo mismo ocurrió con los monitores multiparamétricos o la ecografía en el box de reanimación. Nunca cualquier tiempo pasado fue mejor: cada salto tecnológico ha traído consigo más precisión, más seguridad y, sobre todo, más vidas salvadas.
La clave es mantener el foco en lo esencial: el contacto humano, la empatía y la ética del cuidado. Las máquinas pueden ordenar datos, calcular riesgos o anticipar colapsos, pero solo las personas sostienen la mano del paciente que sufre y deciden con sensibilidad clínica en la incertidumbre. La tecnología, bien usada, es la aliada que puede devolver tiempo y energía a los profesionales para ejercer lo que nunca debe perderse: la medicina como acto profundamente humano.
Resumen
La digitalización y la inteligencia artificial no deben vivirse como amenazas en las urgencias, sino como oportunidades. Sistemas de triaje digital, telemedicina en ambulancias o drones con desfibriladores ya están mejorando la asistencia en hospitales y SAMU españoles. Estos avances alivian la carga de trabajo y reducen errores, pero nunca reemplazarán la mirada, el juicio clínico ni la empatía de profesionales que sostienen el sistema. La administración tiene la obligación de invertir en formación y equidad tecnológica, evitando desigualdades territoriales. Si se apuesta por una integración crítica y responsable, la tecnología puede ser la llave para liberar tiempo y devolver al personal de urgencias lo más valioso: atender al paciente con calidad y humanidad. El futuro no debe asustar; debe ilusionar, porque nunca cualquier tiempo pasado fue mejor.
Opinión Troponina.com
Como médico de urgencias recién jubilado, he visto cómo cada avance tecnológico primero despertaba resistencia y después se convertía en herramienta indispensable. La historia clínica digital, los monitores o la ecografía en el box fueron cuestionados en su momento. Hoy nadie concibe la urgencia sin ellos. Lo mismo está ocurriendo con la inteligencia artificial y la digitalización.
Mi experiencia me dice que la amenaza nunca viene de la máquina, sino de la falta de criterio en su uso. Si la administración se limita a implantar software sin reforzar plantillas ni formar a los profesionales, solo añadirá burocracia. Pero si la tecnología libera tiempo y ayuda a reducir errores, entonces es una auténtica aliada.
El humanismo no está en riesgo si entendemos que las máquinas calculan, pero no acompañan. El reto es usar la IA para ganar minutos, esos minutos que permiten mirar a los ojos a un paciente, explicar un diagnóstico o dar la mano en la incertidumbre. En urgencias, cada minuto cuenta. Y si la digitalización nos los devuelve, bienvenidos sean. El futuro no resta humanidad; puede ser la palanca que la recupere.
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Medio:
Troponina.com Noticias
Autor/a:
Redacción propia
Fecha:
14 de septiembre de 2025
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