Mosquitos transmisores de dengue, zika y chikungunya avanzan hacia el Mediterráneo. España debe reforzar su sistema de urgencias y vigilancia epidemiológica.
El mosquito Aedes aegypti, vector del dengue, zika y chikungunya, se extiende con rapidez en regiones templadas. El cambio climático, los viajes internacionales y la globalización han abierto la puerta a su implantación en Europa. En España, con Aedes albopictus ya asentado, los primeros casos autóctonos de dengue y chikungunya nos obligan a actualizar protocolos clínicos y reforzar la preparación en los servicios de urgencias. No se trata de una amenaza lejana: los mosquitos ya están aquí y la medicina de emergencias debe estar lista.
El Aedes aegypti, conocido como “el mosquito del dengue”, ha dejado de ser un problema exclusivo de América Latina, África o Asia. En 2025, Europa afronta la expansión de mosquitos vectores capaces de transmitir enfermedades que, hasta hace poco, se consideraban tropicales. España, con sus costas mediterráneas y un clima cada vez más cálido, se convierte en terreno fértil para la colonización.
Los expertos alertan de un fenómeno claro: ya se han detectado casos autóctonos de dengue en nuestro país y la presencia de Aedes albopictus —el “tigre” asiático— es una realidad consolidada. Ahora la pregunta es cuándo, no si, el Aedes aegypti se instalará definitivamente en nuestro territorio.
Las enfermedades que transmite son bien conocidas: dengue, zika y chikungunya. Todas ellas cursan con fiebre y dolores intensos, pero su gravedad varía. El dengue puede evolucionar a formas hemorrágicas potencialmente mortales; el zika es especialmente peligroso para embarazadas por el riesgo de microcefalia y malformaciones congénitas; el chikungunya provoca artralgias severas y crónicas.
El Ministerio de Sanidad mantiene un plan de vigilancia y control de vectores. Sin embargo, los profesionales de urgencias reclaman más recursos. La clave está en identificar pronto los casos: fiebre de menos de una semana acompañada de dolor retroocular, exantema, vómitos o signos hemorrágicos obliga a sospechar. El diagnóstico requiere hemogramas, serologías y, cuando se dispone, PCR para detección viral.
En urgencias, el abordaje es principalmente sintomático. Se desaconseja el uso de antiinflamatorios y aspirina en casos sospechosos de dengue por riesgo de sangrado. La hidratación oral o intravenosa y el control estricto de los signos de alarma son esenciales. Los pacientes graves, con alteraciones analíticas, hemorragias o shock, deben ingresar para monitorización intensiva.
La prevención, sin embargo, trasciende a la asistencia sanitaria. El control vectorial —eliminar criaderos, vigilar aguas estancadas, fumigar cuando sea necesario— y la educación ciudadana son tan importantes como el diagnóstico clínico. En este contexto, los servicios de urgencias se convierten en la primera línea de detección, pero también en vigías que alertan a Salud Pública de lo que ocurre en la comunidad.
Europa ya no puede hablar de enfermedades “importadas”. Los mosquitos han cruzado fronteras invisibles y nos recuerdan que la salud global empieza en casa.
Resumen
La expansión del Aedes aegypti convierte a España en un escenario vulnerable frente al dengue, zika y chikungunya. Los primeros casos autóctonos son una señal inequívoca de que los vectores han dejado de ser un problema lejano. El reto en urgencias es identificar a tiempo a los pacientes, clasificar la gravedad y evitar complicaciones, sobre todo en grupos de riesgo como embarazadas y personas con comorbilidades. La medicina de emergencias exige ahora protocolos claros: hidratación, monitorización y notificación inmediata a Salud Pública. El problema, sin embargo, no se resuelve solo en los hospitales. La eliminación de criaderos, la vigilancia epidemiológica y la concienciación ciudadana resultan decisivas. Este fenómeno pone en evidencia la fragilidad del sistema sanitario ante amenazas ambientales y la necesidad de invertir en prevención, formación y recursos. Los mosquitos no esperan, y tampoco deberíamos hacerlo nosotros.
Vision Troponina.com
Como médico de urgencias he comprobado que lo invisible suele ser lo más amenazante. El Aedes aegypti no levanta alarmas con su llegada: se esconde en el agua estancada de una maceta o en el rincón olvidado de un patio, pero detrás de ese silencio se agitan enfermedades capaces de colapsar familias, desgastar a los sanitarios y poner en jaque a todo un sistema de salud.
En la sala de urgencias vemos la cara real de esta amenaza: una joven con fiebre hemorrágica que se convierte en un reto diagnóstico y vital, o un servicio sanitario agotado que reacciona siempre en la frontera del tiempo, con medios limitados y protocolos que a menudo llegan tarde.
No podemos permitir que la indiferencia o la burocracia se transformen en cómplices del mosquito. La respuesta debe ser científica, pero también ética: invertir en prevención, reforzar la vigilancia epidemiológica, dotar de recursos a los hospitales y, sobre todo, reconocer que la salud pública es un bien común que se defiende con responsabilidad colectiva.
Defender la salud pública frente al Aedes aegypti no es solo una tarea técnica: es proteger la dignidad y la vida de todos.
Dr. Ricardo Villanueva