La UE ante desastres: fortalecer sistemas sanitarios y garantizar la seguridad del personal

Las catástrofes naturales, cada vez más frecuentes e intensas por el cambio climático, están golpeando de lleno a la salud de la población europea y sobrecargando a los sistemas sanitarios. La Unión Europea, consciente de esta vulnerabilidad, ha decidido ampliar sus competencias en preparación y respuesta sanitaria. Inundaciones, incendios y pandemias no solo destruyen infraestructuras, también ponen en riesgo vidas y saturan hospitales y centros de salud. Por ello, Bruselas impulsa nuevas estrategias para coordinar emergencias, reforzar la protección civil y apoyar a profesionales y pacientes.

 


Europa vive un tiempo marcado por crisis encadenadas: incendios forestales, inundaciones masivas, olas de calor extremo y emergencias sanitarias como la pandemia. Todas ellas tienen un denominador común: un impacto directo sobre la salud de la población y la capacidad de respuesta de los sistemas sanitarios. Ante este escenario, la Unión Europea ha decidido dar un paso más allá en la coordinación de emergencias, integrando la dimensión sanitaria como un eje prioritario.

La presidenta de la Comisión Europearecordaba el año pasado las trágicas inundaciones en la Comunidad Valenciana, que causaron decenas de víctimas, como ejemplo de cómo el cambio climático pone en riesgo vidas y obliga a reforzar los mecanismos de protección. En 2025, la UE ha impulsado la Preparedness Union Strategy, una hoja de ruta que pretende fijar estándares comunes de preparación, coordinar planes nacionales y fortalecer los servicios esenciales: hospitales, ambulancias, atención primaria, salud mental y redes de transporte sanitario.

El informe Niinistö, que sirvió de base a esta estrategia, insiste en que la resiliencia no es solo militar o civil, sino también sanitaria. Reclama garantizar que los hospitales dispongan de suministros básicos para afrontar crisis prolongadas, que los profesionales cuenten con equipos de protección adecuados y que la población reciba formación mínima para sobrevivir 72 horas en caso de interrupción de servicios básicos.

Las catástrofes recientes muestran las debilidades del sistema. Los incendios en Grecia, las inundaciones en Alemania y España o las olas de calor de 2023 y 2024 han provocado miles de hospitalizaciones por quemaduras, traumatismos, golpes de calor, infecciones respiratorias y brotes de enfermedades transmitidas por agua contaminada. En paralelo, los servicios de salud mental se ven colapsados por el trauma post-catástrofe, mientras la plantilla sanitaria afronta jornadas interminables, riesgo físico y un desgaste emocional profundo.

La UE, a través del mecanismo rescEU y del Centro de Coordinación de Respuesta a Emergencias, pretende que ningún país quede solo frente a una tragedia. Sin embargo, expertos en salud pública insisten en que no bastan los fondos ni las infraestructuras: es necesario priorizar la protección del personal sanitario, invertir en atención primaria resiliente y garantizar el acceso equitativo a la asistencia en situaciones de crisis.

Europa se construye también desde la salud de quienes la habitan. Y la salud solo se protege si cuidamos a los que cuidan.


Resumen

Cada catástrofe climática nos recuerda que no hablamos solo de pérdidas materiales: hablamos de vidas humanas, de enfermos que quedan aislados, de ancianos que sufren golpes de calor, de niños con infecciones tras una inundación, de profesionales sanitarios que arriesgan su salud para sostener un sistema al límite. La Unión Europea empieza a asumir este reto, con estrategias de preparación más ambiciosas y mecanismos de coordinación comunes.

Pero el verdadero cambio será ver la salud como la primera línea de defensa: hospitales con planes de contingencia, centros de salud como núcleos de resiliencia comunitaria, personal protegido y bien entrenado. Europa debe garantizar que nadie quede desatendido en la próxima crisis, y que quienes cuidan cuenten con los medios necesarios para seguir haciéndolo sin pagar el precio de su propia salud.


Visión Troponina.com

Como médico, sé que una inundación no se mide solo en hectáreas anegadas, sino en pacientes hipotérmicos, en brotes de gastroenteritis, en familias desplazadas que pierden medicación crónica. Una ola de calor no es solo un récord meteorológico: son ingresos por fallo multiorgánico, ancianos solos que mueren deshidratados, profesionales extenuados atendiendo emergencias sin relevo. Por eso creo que Europa debe poner la salud pública en el centro de su estrategia de preparación. No basta con fondos ni con informes: hacen falta planes concretos para proteger a los sanitarios, sostener la salud mental y reforzar la atención primaria como primera barrera. La resiliencia no es un concepto abstracto: es la capacidad de que el próximo desastre no nos encuentre tan frágiles, y de que la medicina siga siendo un refugio en medio del caos.

Dr Ricardo Villanuevdana 2024

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